miércoles, 6 de julio de 2016

LA INTELIGENCIA EJECUTIVA




"Durante siglos se pensó que la función principal de la inteligencia era conocer. Fue la época dorada de la INTELIGENCIA COGNITIVA. Después se reconoció la importancia de la INTELIGENCIA EMOCIONAL, dada la influencia del mundo afectivo en el comportamiento humano. Muchos síntomas parecen anunciar que estamos en el comienzo de una nueva etapa, que aprovecha todo lo anterior situándolo en un marco teórico más amplio y potente. Desde múltiples campos de investigación emerge la idea de la INTELIGENCIA EJECUTIVA"
José Antonio Marina


La inteligencia ejecutiva organiza todas las demás y dirige la acción. 

"...pero no estamos movidos sólo por impulsos y por objetivos fijados biológicamente, sino también por metas que conscientemente nos proponemos y con las que nos seducimos desde lejos, con mayor o menor fortuna. ¿Qué les impulsó a elegir carrera, a aceptar un empleo, a casarse, a tener hijos? No estamos movidos sólo por estímulos, sino por anticipaciones de estímulos. La esperanza nos mueve tanto como la necesidad."

La inteligencia ejecutiva es la responsable de nuestras acciones, nuestras decisiones, nuestras elecciones y modificaciones.

La capacidad de elegir nuestro comportamiento mediante metas elegidas es una habilidad que se desarrolla desde el nacimiento y configurará nuestro modo de actuar y enfrentarnos a la vida. 

¿Podemos ayudar a nuestros hijos a desarrollar su talento en base a esta inteligencia?



José Antonio Marina opina que debemos centrar la educación en el desarrollo de esta habilidad de toma de decisiones, planificación, elección de estrategias y mantenimiento del esfuerzo y la motivación. 


























Los problemas más llamativos en nuestro momento social actual tienen mucho que ver con la ausencia de esta inteligencia ejecutiva.  La impulsividad, la falta de compromiso, la agresividad no controlada,  el consumo de drogas, el déficit de atención, la falta de constancia, la procrastinación, la mala gestión del tiempo, los fallos en la memoria, la dependencia emocional de otras personas, la rigidez en el pensamiento... dependen de nuestras funciones ejecutivas.

Un Ejemplo: "APLAZAMIENTO DE LA RECOMPENSA"



Walter Mishel llevó a cabo un experimento en los años 60 que consistía en lo siguiente: Un grupo de niños fueron sometidos a una prueba de fuego, se les hacía pasar a una habitación y sentarse en una silla, en la mesa encontraban una gominola, se le explicaba al niño que podía comerse la gomila en el momento que quisiera, pero que si era capaz de esperar el tiempo suficiente hasta que el experimentador volviera a entrar en la habitación, entonces obtendría 2 gominolas y podría comérselas.

Lo sorprendente de este estudio que fue replicado varias veces y en distintos paises, es que años más tarde se volvió a contactar con los sujetos experimentales que ahora ya no eran tan niños, 20 años después se pudo comprobar que aquellos niños que fueron capaces de aplazar la recompensa, obtuvieron en su juventud un rendimiento académico superior a los que decidieron no esperar.  Los que a los 4 años de edad fueron capaces de resistir la tentación  eran socialmente más competentes, afrontaban mejor las frustraciones de la vida, eran más responsables y seguían siendo capaces de demorar las gratificaciones al perseguir sus objetivos. Además años después, se pudo comprobar que los trabajos a los que pudieron acceder eran de mayor calidad y su estatus social era más alto que los otros.  
Las pruebas de aplazamiento de la recompensa de los niños a los 4 años predecían mejor que el cociente intelectual (CI)



Este es un ejemplo de un problema práctico que podemos encontrar en la vida. Según José Antonio Marina, los problemas que podemos encontrar en nuestra vida pueden ser de dos clases, teóricos o prácticos. Lo difícil en muchos casos no es encontrar la solución teórica, sino llevarla a cabo. Y aquí es donde entra en juego el poder de la acción. Pero la toma de decisiones se ve influenciada por las emociones, intereses, expectativas, esperanzas y dificultades.

Hoy sabemos que podemos ayudar a nuestros hijos a poner en marcha su inteligencia y a hacer buen uso de sus funciones ejecutivas como dirigir el comportamiento, elegir las metas, utilizar la información adecuada y regular sus emociones. No sólo conseguir objetivos sino saber elegirlos. Esto es, generar talento.






Referencias: 

Marina, J. A. (2012). La inteligencia ejecutiva. Lo que padres y docentes deben saber. Ed. Ariel. Barcelona. ISBN 978-84-344-0067-2




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