Familia, profesionales de la educación y alumnado tienen corresponsabilidad
en mejorar la detención temprana del acoso escolar y la mejora de la
convivencia
Todo acoso, ya sea
presencial o mediante agresiones personales, divulgación de información
privada, confidencial o falsa entre otros medios, es una forma de violencia que
tiene un impacto muy negativo en todas las personas, pero especialmente en los
niños y niñas, en la infancia y adolescencia, tanto en su rendimiento escolar
como en su desarrollo en general, afectando de manera grave a su salud física y
mental.
La Representante
Especial del Secretario de Naciones Unidas sobre violencia contra los niños/as,
Marta Santos, nos
dice que “los niños que son acosados a
menudo presentan una marcada disminución de su rendimiento escolar y una
renuencia a participar en las actividades escolares”,[1]
“pueden mostrar señales de depresión o problemas para comer o dormir, quejarse
de malestares físicos como dolores de cabeza o de estómago”.
Prevenir y combatir la
violencia contra la infancia y adolescencia a través de programas integrales de
mejora de la convivencia o de regulación de conflictos, en los centros
educativos u otros centros o espacios donde los/as niños/as se desarrollan, es
imprescindible para empoderarles y una de las maneras más eficaces de combatir
las distintas formas de violencia en la sociedad, darles herramientas para que
puedan actuar, no solamente a quienes lo sufren directamente, sino a quienes lo
presencian y a veces quedan paralizados/as o incluso fomentan con sus risas o
comentarios este tipo de conductas sin conocer las consecuencias de estos
actos.
Contar con los/as
niños/as en hacerles partícipes y corresponsables de las medidas que se
adopten, haciendo que se sientan protagonistas también de estos procesos, permite
darles a conocer que ellos/as pueden contribuir en la prevención de una forma
más activa, reducir sus miedos, establecer canales para detectarlos y
comunicarlos, y principalmente porque es una de las mejores maneras de
sensibilizar a todos/as los niños y niñas que pueden verse involucrados/as en
los distintos roles que podrán desempeñar en algún momento: víctimas,
agresores/as u observadores/as.
Estos/as niños/as
crecerán y se harán mayores, y si no ponemos medios para erradicar este tipo de
conductas, se irán repitiendo también en otros espacios de nuestras vidas:
amistades, familia, trabajo, estudios, redes sociales, etc. Pero no sólo de
aquellos que la ejercieron directamente, sino tal vez, incluso en los/as
niños/as que la vivenciaron en su propia experiencia o la presenciaron, viendo
una alternativa de relacionarse y salir airoso/a rápidamente de esa relación.
Es necesario
sensibilizar y evitar que se establezcan y perpetúen dinámicas de relaciones
basadas en desequilibrio de poder y en la violencia.
La Instrucción 5/2005
de la Fiscalía sobre el Acoso Escolar, nos indica que los efectos negativos del
acoso no afectan sólo a la víctima, sino también al acosador/a, pues “a largo
plazo existen altas probabilidades de que el acosador/a asuma permanentemente
ese rol durante su vida adulta, proyectando los abusos sobre personas más
débiles en el trabajo (mobbing) y/o en la familia (violencia doméstica, violencia
de género)”[2]
En muchas ocasiones se
niega la importancia que este problema tiene, culpando a la propia víctima por
no tener una respuesta adecuada, o a la familia por no saber educar, o
trasladar comentarios como “algo habrá hecho para que se porten así con
él/ella”.
Las familias en
algunas ocasiones se quedan desprotegidas hasta pasado un tiempo y tocando las
puertas de distintos recursos y profesionales muy desorientadas, muchas veces
no por falta de recursos o profesionales en la zona, sino por falta de
conocimiento y orientación de las familias, o incluso del profesorado,
educadores/as o profesionales que están detrás de estos procesos, seguramente
no con intención, pero si por falta de conocimiento de las consecuencias que
esto produce, compromiso o corresponsabilidad.
Es imprescindible que
los/as profesionales de la educación que estamos comprometidos/as con el
proceso educativo, busquemos herramientas y recursos que legitime esa acción
educativa, nos fortalezca como profesionales y sobre todo redunde en un
beneficio de la mejora del clima y de la convivencia en los centros donde
intervenimos educativamente reduciendo en consecuencia el número de estas
situaciones.
Para luchar contra
este desconocimiento o detectar e intervenir tempranamente en estos casos, son
fundamentales las medidas de sensibilización y formación dirigidas tanto a las
personas adultas que intervenimos directa o indirectamente en estos procesos
(familias y comunidad educativa) como a los/as niños y niñas que se ven
expuestos/as a estas formas de violencia.
Estos tipos de violencia
se pueden producir en una gran diversidad de espacios donde los/as niños/as se
desarrollan como hemos dicho: el barrio, centro escolar, centros de ocio,
actividades extraescolares, parque, la red, e incluso entre alumnado de
distintos centros escolares, lo que complica un poco más la intervención en estos
casos y nos informa que es necesario orientarles y formarles no sólo para
intervenir en su ámbito escolar.
Familia, comunidad
educativa y niños/as es necesario que seamos conscientes del conflicto, que
conozcamos las consecuencias negativas de nuestras conductas y las alternativas
que existen a la violencia.
Fomentar habilidades y
técnicas de resolución de conflictos, de mejora de la comunicación, de la
gestión emocional y adquirir herramientas para ser asertivos, reducir nuestra
ansiedad, reconocer y regular nuestras emociones, resolver pacíficamente los
conflictos y tener capacidad de pedir ayuda es una corresponsabilidad de las
personas adultas que estamos más cerca en los procesos educativos.
Una educación basada
en la diversidad, la convivencia y el respeto a los derechos humanos, nos
dirige a contribuir en el desarrollo de personas sensibilizadas en la no
discriminación, el rechazo a todo tipo de violencia, la solidaridad y la
justicia, pero en esta sociedad donde las TRIC (tecnologías + relación + información +
comunicación) son un concepto fundamental también en las relaciones, la
comunicación y la adquisición de información entre los/as jóvenes, hay que dar
un enfoque nuevo, ofreciendo educación para los medios y la comunicación, el
desarrollo de competencias de autoprotección frente a los riesgos de las TRIC,
la toma de conciencia del civismo y la responsabilidad de cada persona en el
mundo digital.
Un estudio elaborado
por la ONG Save the children [3] nos indica que un 9,3%
de los estudiantes encuestados/as considera que ha sufrido acoso en los dos
últimos meses y un 6,9% se considera víctima de ciberacoso, y en cuanto a los niños y niñas que acosan, un 5,4% de los encuestados/as reconoce haber acosado a alguien y un 3,3% reconoce ser responsable de ciberacoso.
¿Podemos plantearnos desde nuestra posición de educador/a o familia, si tenemos un papel importante y corresponsabilidad en la detección temprana y prevención de estas situaciones?
Autora: Yolanda González. Educadora Social, SÉ. Escuela de Desarrollo Socioemocional.
[1]
Combatiendo la violencia en las escuelas: Una perspectiva global. Reduciendo la
brecha entre los estándares y la práctica. 2013. Oficina de la Representante
Especial del Secretario de Naciones Unidas sobre violencia contra los niños
[2]
Instrucción 10/2005 sobre el tratamiento del acoso escolar desde el sistema de
justicia juvenil
[3]
Informe “Yo a eso no juego, Bullying y Ciberbullying en la infancia”. 2016.
Save de Children España.
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