viernes, 13 de mayo de 2016

CORRESPONSABILIDAD EN LA MEJORA DE LA CONVIVENCIA

Familia, profesionales de la educación y alumnado tienen corresponsabilidad en mejorar la detención temprana del acoso escolar y la mejora de la convivencia
Todo acoso, ya sea presencial o mediante agresiones personales, divulgación de información privada, confidencial o falsa entre otros medios, es una forma de violencia que tiene un impacto muy negativo en todas las personas, pero especialmente en los niños y niñas, en la infancia y adolescencia, tanto en su rendimiento escolar como en su desarrollo en general, afectando de manera grave a su salud física y mental.

La Representante Especial del Secretario de Naciones Unidas sobre violencia contra los niños/as, Marta Santos, nos dice que  “los niños que son acosados a menudo presentan una marcada disminución de su rendimiento escolar y una renuencia a participar en las actividades escolares”,[1] “pueden mostrar señales de depresión o problemas para comer o dormir, quejarse de malestares físicos como dolores de cabeza o de estómago”.

Prevenir y combatir la violencia contra la infancia y adolescencia a través de programas integrales de mejora de la convivencia o de regulación de conflictos, en los centros educativos u otros centros o espacios donde los/as niños/as se desarrollan, es imprescindible para empoderarles y una de las maneras más eficaces de combatir las distintas formas de violencia en la sociedad, darles herramientas para que puedan actuar, no solamente a quienes lo sufren directamente, sino a quienes lo presencian y a veces quedan paralizados/as o incluso fomentan con sus risas o comentarios este tipo de conductas sin conocer las consecuencias de estos actos.

Contar con los/as niños/as en hacerles partícipes y corresponsables de las medidas que se adopten, haciendo que se sientan protagonistas también de estos procesos, permite darles a conocer que ellos/as pueden contribuir en la prevención de una forma más activa, reducir sus miedos, establecer canales para detectarlos y comunicarlos, y principalmente porque es una de las mejores maneras de sensibilizar a todos/as los niños y niñas que pueden verse involucrados/as en los distintos roles que podrán desempeñar en algún momento: víctimas, agresores/as u observadores/as.

Estos/as niños/as crecerán y se harán mayores, y si no ponemos medios para erradicar este tipo de conductas, se irán repitiendo también en otros espacios de nuestras vidas: amistades, familia, trabajo, estudios, redes sociales, etc. Pero no sólo de aquellos que la ejercieron directamente, sino tal vez, incluso en los/as niños/as que la vivenciaron en su propia experiencia o la presenciaron, viendo una alternativa de relacionarse y salir airoso/a rápidamente de esa relación.

Es necesario sensibilizar y evitar que se establezcan y perpetúen dinámicas de relaciones basadas en desequilibrio de poder y en la violencia.

La Instrucción 5/2005 de la Fiscalía sobre el Acoso Escolar, nos indica que los efectos negativos del acoso no afectan sólo a la víctima, sino también al acosador/a, pues “a largo plazo existen altas probabilidades de que el acosador/a asuma permanentemente ese rol durante su vida adulta, proyectando los abusos sobre personas más débiles en el trabajo (mobbing) y/o en la familia (violencia doméstica, violencia de género)”[2]

En muchas ocasiones se niega la importancia que este problema tiene, culpando a la propia víctima por no tener una respuesta adecuada, o a la familia por no saber educar, o trasladar comentarios como “algo habrá hecho para que se porten así con él/ella”.

Las familias en algunas ocasiones se quedan desprotegidas hasta pasado un tiempo y tocando las puertas de distintos recursos y profesionales muy desorientadas, muchas veces no por falta de recursos o profesionales en la zona, sino por falta de conocimiento y orientación de las familias, o incluso del profesorado, educadores/as o profesionales que están detrás de estos procesos, seguramente no con intención, pero si por falta de conocimiento de las consecuencias que esto produce, compromiso o corresponsabilidad.

Es imprescindible que los/as profesionales de la educación que estamos comprometidos/as con el proceso educativo, busquemos herramientas y recursos que legitime esa acción educativa, nos fortalezca como profesionales y sobre todo redunde en un beneficio de la mejora del clima y de la convivencia en los centros donde intervenimos educativamente reduciendo en consecuencia el número de estas situaciones.

Para luchar contra este desconocimiento o detectar e intervenir tempranamente en estos casos, son fundamentales las medidas de sensibilización y formación dirigidas tanto a las personas adultas que intervenimos directa o indirectamente en estos procesos (familias y comunidad educativa) como a los/as niños y niñas que se ven expuestos/as a estas formas de violencia.

Estos tipos de violencia se pueden producir en una gran diversidad de espacios donde los/as niños/as se desarrollan como hemos dicho: el barrio, centro escolar, centros de ocio, actividades extraescolares, parque, la red, e incluso entre alumnado de distintos centros escolares, lo que complica un poco más la intervención en estos casos y nos informa que es necesario orientarles y formarles no sólo para intervenir en su ámbito escolar.

Familia, comunidad educativa y niños/as es necesario que seamos conscientes del conflicto, que conozcamos las consecuencias negativas de nuestras conductas y las alternativas que existen a la violencia.

Fomentar habilidades y técnicas de resolución de conflictos, de mejora de la comunicación, de la gestión emocional y adquirir herramientas para ser asertivos, reducir nuestra ansiedad, reconocer y regular nuestras emociones, resolver pacíficamente los conflictos y tener capacidad de pedir ayuda es una corresponsabilidad de las personas adultas que estamos más cerca en los procesos educativos.

Una educación basada en la diversidad, la convivencia y el respeto a los derechos humanos, nos dirige a contribuir en el desarrollo de personas sensibilizadas en la no discriminación, el rechazo a todo tipo de violencia, la solidaridad y la justicia, pero en esta sociedad donde las TRIC  (tecnologías + relación + información + comunicación) son un concepto fundamental también en las relaciones, la comunicación y la adquisición de información entre los/as jóvenes, hay que dar un enfoque nuevo, ofreciendo educación para los medios y la comunicación, el desarrollo de competencias de autoprotección frente a los riesgos de las TRIC, la toma de conciencia del civismo y la responsabilidad de cada persona en el mundo digital.

Un estudio elaborado por la ONG Save the children [3] nos indica que un 9,3% de los estudiantes encuestados/as considera que ha sufrido acoso en los dos últimos meses y un 6,9% se considera víctima de ciberacoso, y en cuanto a los niños y niñas que acosan, un 5,4% de los encuestados/as reconoce haber acosado a alguien y un 3,3% reconoce ser responsable de ciberacoso.



¿Podemos plantearnos desde nuestra posición de educador/a o familia, si tenemos un papel importante y corresponsabilidad en la detección temprana y prevención de estas situaciones?

Autora: Yolanda González. Educadora Social, SÉ. Escuela de Desarrollo Socioemocional.



[1] Combatiendo la violencia en las escuelas: Una perspectiva global. Reduciendo la brecha entre los estándares y la práctica. 2013. Oficina de la Representante Especial del Secretario de Naciones Unidas sobre violencia contra los niños
[2] Instrucción 10/2005 sobre el tratamiento del acoso escolar desde el sistema de justicia juvenil
[3] Informe “Yo a eso no juego, Bullying y Ciberbullying en la infancia”. 2016. Save de Children España.

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